Antes de terminar el 2018, un buen amigo que tiene muy claro la cantidad de páginas que va a leer antes de cumplir sus 50 años y que tiene un maravilloso e inspirador blog llamado Lost In A Million Pages, me preguntó qué autor colombiano le podría recomendar. Dado que algo supe acerca de su desinterés por el realismo mágico (lo que descalificaría por completo a nuestro único Nobel), y puesto que el nadaísmo a veces resulta ser demasiado pesimista, decidí recomendarle un par de lecturas o «historias para jovencitos».
Yo la verdad, después de haber leído casi toda la obra literaria de Andrés Caicedo, no entiendo como algunos críticos literarios han podido suponer justamente, que sus obras son, tal como lo plantea el título alternativo o subtítulo si se quiere, de «Angelitos Empantanados»: unas historias para jovencitos.
Lo que caicedo escribió, me parece a mí, posee una complejidad que trasciende el fervor de los años 70 en Colombia, que trasciende al rock y la salsa, y por supuesto que trasciende a una generación auto sometida a los psicotrópicos fermentados por las aguas del Pance.
Entre «Noche sin fortuna», «Angelitos empantanados», «El atravesado», «Que viva la música» y una buena cantidad de cuentos breves de una calidad formidable, considero que Andrés Caicedo es tal vez, el escritor colombiano que más me intriga y al que más he leído y releído. Si bien toda la obra de Márquez me parece fabulosa y de una u otra manera, me ayuda a lograr cierto nivel de identificación con la colombianidad que es tan propia a la sangre misma, la obra de Caicedo me inunda de un sentido de identidad con la propia especie humana, de una necesidad de comprensión del tiempo vivido y del autoflagelo.

Y claro, mientras lo leo o lo releo, también voy cantando alguna de los Rolling Stones o de Richi Ray y Bobby Cruz.
Finalmente, a mi amigo Carlos mucho Aché.