Siempre he considerado a la Ilíada y la Odisea, como dos de mis obras literarias preferidas. Este par de poemas épicos de Homero, los cuales he podido leer en diferentes ocasiones y en diferentes versiones (incluida una versión en verso que estaba escondida en un anaquel de la Escuela Venecia por allá en el año 93 del siglo pasado -perdón por acentuar el dramatismo respecto a la fecha-), han trascendido la literatura y han mantenido el mito de la existencia de grandes dioses, semidioses, héroes y uno que otro incauto.
Es así que las historias/mitos (para que no entremos en discrepancias innecesarias) de Aquiles y Ulises/Odiseo, han sido conocidas y reconocidas como epopeyas clásicas y cánones de la literatura ligada a la civilización occidental, desde su origen mismo.
Luego de este preámbulo debo mencionar que hace unos 20 días terminé de leer una obra denominada «La Canción de Aquiles» de la autora estadounidense Madeline Miller. Sin mucho aspaviento supuse lo peor (sin haber leído ninguna reseña o crítica del libro), y pensé que para meterse a hablar de tremendo personaje se debía ser muy tonto o muy arrojado; más sinceramente pensé que se debían tener muchos huevos (en este caso ovarios).
La lectura fue insaciable, voraz. No quiero spoilear mucho la obra pero, saber que Aquiles era buen amigo de Quiron, que tuvo que ocultarse literalmente bajo las faldas de una chica y, que no podía decidirse entre ser el aristos achaion o el amor, me permitió darle una re-significación a este personaje que lo hizo más contemporáneo, más cercano a nuestras realidades presentes.
El hijo de Tetis y Peleo seguirá siendo parte de este baile.