Una falsa liebre es un señuelo que ponen en las carreras de galgos que sirve como guía (o incentivo) para que el veloz can corra endemoniado. Con este titulo, Fernanda Melchor nos presenta una obra intrépida y violenta que se lee como apostando carreras, con la angustia por saber quién va a llegar primero. Pero uno no es el que apuesta, uno es el lector-galgo y está imposibilitado a parar, por más tropiezos que se den en la carrera de la lectura, se llega a la meta con la lengua afuera pensando que demonios fue lo que se leyó.
Ojo, y esto no es un critica, todo lo contrario.
Esta es una obra con una narrativa impactante e incómoda. La autora narra situaciones de violencia física y sexual que pueden descomponer el estómago pero que constituyen gran parte de la riqueza del libro. Sin tapujos, sin medias tintas, Melchor usa a sus personajes como títeres de la realidad. Desde el primer párrafo hasta el último de ellos los personajes sufren y parece que el suplicio que viven se reanima en cada nueva palabra.
Y Melchor suelta la liebre, y nos lanzamos a leer sin miramientos, desbocados y sin control. Y pensamos que la historia que nos cuenta es una, pero resulta que no, que son muchas historias entrelazadas que se van anudando con más fuerza en cada capítulo. Y pensamos que vamos a ganar la carrera, pero cuando estamos por cruzar la línea algo nos dice que no debemos llegar, que no ganaremos, que nuestro premio no será terminar de leer un libro. No nos imaginamos que nos quedaremos pensando en él un día y otro más. Que nuestro premio es ser cómplices de la maldad. De la narrativa fervorosa y pasional con que se escribe una historia que al mismo tiempo se desmorona.
Gana el malestar, gana la incomodidad.
Fernanda Melchor escribe un libro espléndido. No lo recuerdas por que disfrutarte leerlo, si no por que sufriste con cada página. No cualquier autor logra eso.
