Conocí virtualmente a finales del 2021 a una twitera que promocionaba un club de lectura de ciencia ficción y supuse que sería buena idea, por primera vez en la vida (sin contar con este blog que es más como un diario), compartir un escenario colectivo de lectura. Decidí aventarme y la tarea no es nada fácil, hay que cumplir con una agenda de lectura específica y hay que esforzarse para no quedarse atrás. A pesar de esto, me ha resultado muy interesante ver la cantidad de gente que demuestra un genuino interés por este género y la cantidad de títulos que han propuesto para poder leer y posteriormente discutir colectivamente.
En este orden de ideas, el primer libro que se ha propuesto para la lectura del club de @merida_lola (a quien pueden encontrar en twiter) ha sido La Chica Mecánica de Paolo Bacigalupi.
En primer lugar debo decir que el inicio de la lectura fue tormentoso. La primera mitad de este libro me ha parecido un poco densa, los capítulos demasiado extensos y con una cantidad de términos y expresiones desconocidos que me hicieron trastabillar una y otra vez, dándome topes entre un párrafo y otro. Afortunadamente agarré ritmo y ya para la segunda mitad de la obra, su estructura cambia y se vuelve un poco más dinámica, esto se puede ver también en el tamaño de sus capítulos, que son más cortos y contundentes de camino hacia el desenlace de la historia.
Palabras más palabras menos, el libro nos ubica en un futuro no muy lejano, en una Tailanda que subsiste frente a las catástrofes ambientales y sobre todo, a la crisis alimenticia que doblegó al mundo. Al respecto de esto se mencionan unas enfermedades que me llamaron la atención: la cibiscosis y la roya. Esta última me impactó, puesto que en mi país de origen, Colombia, la roya ha sido el motor de diversas crisis agroindustriales relacionadas con el cultivo del café, y dichas crisis han sido tan preponderantes, que en diversos momentos han marcado y generado problemas económicos y sociales de los cuales el país aún no se recupera. Pensar la roya como la generadora de una crisis alimentaria a nivel global me pareció descomunal y lo más inquietante… dentro de las posibilidades.
En este futuro distópico se presentan diversas dinámicas sociales marcadas, sobre todo, por la segregación social y racial. Predominan los ideales comerciales encarnados en las empresas productoras de calorías (o alimentos) en forma de grandes corporaciones; las facciones políticas relacionadas con los temas ambientales y, transversal a esto, la presencia de la doble dualidad ciencia-tecnológía y conciencia-espiritualidad. Tienen vital preponderancia en toda la historia las modificacioens genéticas de los alimentos y las semillas originarias que pueden resistir a la roya. Dreviado de los avances tecnológicos, aparecen los neoseres, concebidos antropomórficamente y dotados de las mismas características que poseen los seres humanos, pero que en este contexto distópico son sujetos de discordia.
El budismo y el muay thai son preponderantes en esta historia, de alguna manera todos los personajes tienen algo de monjes o de luchadores, y esto aplica tanto para los personajes humanos de cualquier raza como para los neoseres que el autor nos presenta. De alguna manera, puedo interpretar también que no hay mucha diferencia entre uno y otro: humano-neoser; monje-guerrero. Todos están en un contexto donde para sobrevir deben hacer uso de la esencia de su ser y manifestarla sin importar las consecuencias.
Debo decir que he disfrutado bastante esta lectura a pesar de las dificultades de engancharme inicialmente. Agradezco mucho a Lola Mérida (www.lolamerida.com) y al club de lectura de Ci-Fi por permitirme acompañarlos y tener una nueva motivación en este devenir lector cotidiano.
