Esta mañana, escuchando un capítulo especial sobre el final de la guerra fría, narrado por Diana Uribe (una crack en eso de contar historias de la historia), recordé un gran libro que fue parte de mi vida adolescente: «La potencia de uno» o «el poder de uno» del australiano Bryce Courtenay, publicado en 1989.

Lo he leído dos veces, la primera de ella a los doce años, solo tres años después de la publicación. Llegó a mis manos como regalo de cumpleaños por parte del tío Miguel, a quien debo mi amor por el jazz y James Bond, y con quien he tenido encuentros memorables gracias a la literatura y la cinematografía (por supuesto… con cosas más relevantes que las expuestas por el agente doble cero, aunque aclaro que las historias de este espía me apasionan).
El mismo año de 1992, cuando hice esta primera lectura, fue estrenada la versión cinematográfica del libro. La segunda vez que lo leí decidí que debía ver la película al mismo tiempo, unos 15 años después de la primera ocasión. Fue un ejercicio interesante que me llevó a vislumbrar que la imaginación no se equivoca, y que incluso es muchas veces más elocuente que la mirada del mundo que otra persona te puede dar por medio de una historia escrita o un filme. Y la lectura me llevó de nuevo a encontrar el origen de mi gusto por el boxeo, así como el escozor que me producen los procesos de colonialismo que trasgredieron la modernidad.
Finalmente, y volviendo a Diana Uribe, una de las cosas que más agradezco de su programa son las capsulas musicales que presenta. Y claro, me recordó entonces que la banda sonora de la película, compuesta por Hans Zimer, es sumamente maravillosa.
Creo que algunas veces deberíamos leer cantando.
Una respuesta a “Southland Concerto”
Interesante artículo. No conozco el libro, pero tengo el DVD porque me encantó la película.
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