El segundo volumen de esta historia nos lleva a conocer a otros licántropos de la época de la prohibición de alcohol en Estados Unidos.
La relación entre gánsteres y campiranos se acentúa en un conflicto visceral, que quiere determinar la fuerza de cada uno de ellos.
La historia mantiene un nivel de misterio interesante, y por supuesto, la violencia exacerbada está inmersa en cada página.
Creo que el trabajo de Azzarello es bueno, su narrativa es envolvente, aunque este volumen en particular creo que fue un poco lento.
Por otro lado, el arte de Eduardo Risso me parecé excelso. Cada vez lo disfruto más.
A ver que nos depara el tercer número.