UBIK

Este maravilloso producto es muchas cosas, multiusos y polifuncional, Ubik puede encontrarse como limpiador de pisos; pasta dentífrica; desodorante; crédito bancario; aderezo para ensalada; sobre instantáneo con aroma a café; cerveza; cereal para el desayuno; sostén; pastillas para dormir (etc, etc); inofensivo todo esto si se consume/utiliza siguiendo las instrucciones.

Y así, como pomposo aviso publicitario inicia cada capítulo de este espléndido libro.

Philip K. Dick, (el maestro de la ciencia ficción al que todos conocemos por que una de sus obras llamada ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? se convirtió en la fabulosa Blade Runner de 1982), estructura una historia que parece que va en retroceso.

La construcción de la historia es esplendida: escribe sobre un futuro que ya pasó para nosotros (la década de los 90) en donde todo está mecanizado (no necesariamente digitalizado) torpemente y las capacidades psiónicas de la gente son fundamentales en la vida. Los inerciales (personas con dichas capacidades) se convierten en sujetos resolutos que, entre otras cosas, buscan el establecimiento de diversos presentes, de futuros inesperados o incluso de pasados distintos.

A la par con esta complejidad, aparece la semivida como un estado «natural» de la existencia. Es algo más o menos como estar muerto pero en un estado de conciencia (muy distinto a estar en coma) que permite mantener contacto con los vivos por medio de artilugios tecnológicos.

Con estos antecedentes, la historia de Dick lo lleva a uno por momentos insospechados, en donde los personajes se funden en un incesante ir y venir de conflictos (interpersonles, tecnológicos, sicológicos) y espacios y tiempos regresivos.

Ubik es, creo yo, todo lo que debería ser una obra de ciencia ficción. Nada está dicho. Al final todo aparece tener un nuevo principio.

Yo soy Ubik. Antes de que el universo existiera, yo existía. Yo hice los soles y los mundos. Yo creé las vidas y los espacios en los que habitan. Yo las cambio de lugar a mi antojo. Van donde yo dispongo y hacen lo que yo les ordeno. Yo soy el verbo, y mi nombre no puede ser pronunciado. Es el nombre que nadie conoce. Me llaman Ubik, pero Ubik no es mi nombre. Soy. Seré siempre.

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