De aquí nadie sale bien librado. Ni el propio autor, quien termina con su vida ingiriendo pastillas y alcohol, adelantando su ya irreversible muerte.
Esta autobiografia de Reinaldo Arenas es cruda. La narración sobre su vida solo encuentra un espacio de libertad que se divide entre su homosexualidad militante, la escritura de su obra literaria y el mar. Todo lo demás es un grito casi ahogado sobre una vida sometida a dintintos regímenes políticos, la pugna por la dignidad y la batalla cotidiana contra el hambre.
Todo en esta obra es explícito. Desde sus relaciones eróticas y sexuales con un sinnúmero de amantes, hasta las ideas más profundas de su pensamiento antirevolucionario, o mas específicamente anticastrista.
El contexto literario de su generación es también un entramado de necedades y críticas a favor o en contra del tiempo político. Uno de los pocos escritores que sale bien librado en su perorata (o mejor, en su manifiesto), es José Lezama Lima, a quien Arenas considera amigo y un referente integral de la expresión literaria cubana. Por el contrario, autores coterráneos como Nicolas Guillen o Alejo Carpentier, son vistos por arenas como aduladores de un régimen que ha llevado a todo un pueblo a la pobreza y al ostracismo. Incluso señala a escritores como García Márquez y Cortázar, como oportunistas e insensibles ante una realidad que solo puede ser entendida desde el centro mismo de la isla.
Este libro me ha impactado. Su riqueza narrativa es muy amplia y la forma en la que se describen aqui los sucesos de una vida atormentada es magistral. Espero pronto leer algunas de las novelas de Reinaldo y entender más sobre su pensamiento por medio de su obra.
